Frecuentemente se ha tildado, sobre
todo por parte de cierto periodista turolense, de maricomplejines al Partido Popular. Y con razón: con tal de no ser
vapuleados por la prensa progresoide,
los del PP son capaces de decir (o de callar) las mayores tonterías que
imaginarse pueda.
Con la llegada de la nueva política, uno podría sentirse tentado
a pensar que esas cosas cambiarían. Pero ¡quiá!, los nuevos políticos son tan
melindrosos como los antiguos, y al igual que ellos anatemizan a los que se
encuentran en el extremo derecho del espectro político, al tiempo que toleran
las barbaridades que dicen y hacen los del extremo izquierdo. Por más que los
primeros (Vox, hablando claro) respeten escrupulosamente la Constitución y, lo
que es más, sean necesarios para articular mayorías frente al bloque
socialcomunista.
Así, poco después de los últimos
comicios regionales y municipales, la ejecutiva naranja aprobó no negociar con Vox, equiparándoles con neocom y nacionalistas pero matizando
que se podrían sentar con ellos para
explicarles un acuerdo cerrado con el PP.
Los de Vox, hartos de que les tomen por
idiotas, o por tontos útiles, lanzaron dos órdagos: primero, anunciaron una enmienda a la totalidad de los presupuestos regionales andaluces (los
presentados por ese consejo de gobierno que, aunque no cuenta con ellos, les
necesitó para ser elegido); y después, pasaron a proponer a los populares que gobernaran en solitario si
los de Rivera no se avenían a incluirles en la negociación.
Así las cosas, parece que el realismo
se fue imponiendo (por barrios): Vox anunció ayer un acuerdo con el PP para entrar en el Gobierno de Madrid, desde el PP negaron que en ese acuerdo se hablase
de reparto de consejerías y Ciudadanos dijo que gobernarían exclusivamente con el PP.
Y es que, como dicen algunos desacomplejados, cuando la izquierda suma y puede echar al PP no tiene remilgos.
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