Es conocido el dicho de en España ya no hay sitio para un tonto más.
Sin embargo, cuando uno cree que se ha alcanzado el límite de la estulticia,
aparece alguien que lo supera.
No es que se viole el refrán que he
citado al principio, puesto que el tonto ya estaba ocupando su sitio: lo que
ocurre es que desconocíamos el nivel de su idiocia hasta que la ha dado a conocer
a (como dicen los progres) la ciudadanía. Pero vamos a centrarnos.
Tras las últimas elecciones municipales,
el cabeza de lista de Vox en Alfarrás, un pueblo de Lérida, se ha declarado independentista. Hasta ahí, todo bien: cualquier persona tiene derecho a tener
las ideas que desee, aunque dichas ideas sean una soberana estupidez y/o se
funden en falacias (cuando no directamente en embustes del tamaño del Tibidabo…
que no sé cuánto mide exactamente, pero que debe ser de una cierta magnitud).
Lo que ya no es tan de recibo es que el
susodicho –gitano a la sazón, y antiguo militante de IRC… eso es un bandazo
ideológico y lo demás son mandangas- diga que no conocía el ideario del partido
en cuyas listas se presentaba y que se
siente engañado. Luego ha pedido perdón al
colectivo gitano y no gitano, lo que por un lado comprende a la humanidad
entera (podría haber dicho a todo el
mundo), pero por otro deja quizá fuera de juego a los mestizos.
Y luego resulta que en romaní, el
vocablo con el que los calós nos designan a los que no lo somos es payo… que, según creo, quiere decir algo
así como inculto, tosco, rudo, desconocedor, inconsciente, iletrado, ignaro,
analfabeto, ignorante, desinformado o lego.
Pues este gitano resulta ser un payo de
tomo y lomo.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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