Por una vez, un político –más aún, uno de
izquierdas- ha cumplido una promesa electoral. Esas que, según el segundo peor
alcalde de Madrid, el muy sobrevalorado Enrique Tierno Galván, se hacen para no
cumplirlas; precisamente hace un par de días veía en la tele decir a una
indocumentada que la víbora con cataratas (Alfonso Guerra dixit) era una
persona que tenía ética. Se le olvidó
precisar qué clase de ética era la que tenía…
A lo que iba. La peor alcaldesa de
Madrid afirmó, durante la campaña electoral, que si no lograba revalidar el
puesto de primera edil de la Villa y Corte renunciaría al escaño y se marcharía
a su casa. Pues bien: aunque su formación fue la más votada (uno nunca acaba de
sorprenderse de cuánto tonto hay en España), le devolvieron la jugada de hace
cuatro años, y una coalición de
perdedores encaramó al poder al cabeza de lista del Partido Popular
(justicia poética se llama a eso en mi pueblo).
Tras un discurso durante el debate de
investidura que demostró que la izquierda tiene tan mal perder como mal ganar, doña Rojelia acudió al día siguiente
(aquí puede que me esté columpiando, pero es que nunca es demasiado pronto para
perder de vista a semejante elemento, así que disculpadme si me equivoco en la
fecha) para presentar la renuncia a su acta de concejal. A la salida, ante los
periodistas, pronunció una de las pocas verdades (con matices) que debe haber
dicho en su vida: yo ya no soy nadie.
A tenor de los rumores que vienen de la
zona de Moncloa, parece que todavía no nos vamos a librar del todo de esta
filoterrorista defraudadora fiscal…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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