Que a los neocom no les importa nada ni nadie más allá de ellos mismos –algo en
lo que, como en muchas otras cosas, coinciden con los necionanistas- es algo que los que no tragamos con su ideología
tenemos razonablemente claro. Que no pierden ocasión de demostrarlo a las
primeras de cambio es, en cambio, algo que hasta los que comulgan con sus
ruedas de molino deberían ser capaces de percibir. Deberían; pero puesto que
comulgan con sus pamemas, cabe dudar de su capacidad de raciocinio…
A lo que vamos. Amancio Ortega ha hecho
cuantiosas donaciones en forma de tecnología avanzada para el tratamiento del
cáncer. A los del Chepas, por lo
visto, no les basta que este hombre haya levantado un imperio empresarial de la
nada a base de trabajo duro, ni que pague religiosamente sus impuestos. Para ellos
la sanidad pública no debería aceptar donaciones de Amancio Ortega, y una democracia digna no acepta limosnas de Amancio Ortega.
Vamos a ir por partes. Pasemos por alto
la consideración de si España es o no una democracia digna (algo que cabe dudar
cuando menos, puesto que, quizá por un acomplejamiento postfranquista, tiende a
confundir libertinaje con libertad). Pero si la Administración, en lugar de
considerar que el dinero público no es de nadie (sí, Carmen Calvo Poyatos: ésta
va por ti), fuera consciente de que es de todos, y no lo despilfarrara en
chiringuitos, mamandurrias, enchufes y, para resumir, chorradas, quizá habría
dinero suficiente para no depender de la generosidad de un particular.
Pero no lo hay. Y aquellos a quienes de
verdad debería consultarse esta cuestión, que son los enfermos de cáncer y sus
allegados, parecen tener las cosas mucho más claras que los podemitas: ningún enfermo de cáncer rechazaría a Amancio Ortega.
Muchos de los que hablan contra él, por otra parte, no
han dado un palo al agua en su vida. Literalmente. Esperemos que no tengan que
verse en la tesitura de necesitar de esas máquinas que tan alegremente
rechazan.
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