John Ronald Reuel Tolkien es, desde hace casi cuarenta años, mi escritor favorito. Hay
ocasiones en las que me pregunto si mi admiración por su obra es merecida. Gracias
a su hijo Christopher, recientemente fallecido, he tenido sobradas muestras de
contestar afirmativamente a esa pregunta.
Acabo
de terminar de leer la penúltima de las obras que publicara el tercero de los
hijos de Tolkien. No contenía nada de lo escrito por mano de su padre que no
hubiera leído ya, aunque lo hubiera hecho en inglés. Sin embargo, ha resultado
muy gratificante leer del tirón y perfectamente ordenada la evolución de la leyenda
de los Días Antiguos que más me gustó, incluso antes de saber que era una
metáfora del amor del propio Tolkien por su esposa.
Ya
sólo me queda uno de los volúmenes dedicadas a las citadas tres grandes
leyendas, la última en la cronología interna y la última en ser publicada por
el albacea literario del Viejo Profesor.
Aún no ha caído, pero caerá.
No
lo dudéis.
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