Los
golpistas catalanes se consideran a sí mismos como los únicos y verdaderos
demócratas. Tanto más cuanto más perseguidos se hallan por la Justicia de un
Estado democrático de Derecho (es decir, España): los dos que se consideran el
culmen y epítome de la democracia y el catalanismo son Cocomocho y el bleferóptico con sobrepeso; uno, huido de la
Justicia (que no exiliado), y el otro juzgado, condenado y encarcelado.
Uno
y otro luchan (no personalmente, son demasiado cobardes para ello, sino por
personas interpuestas) por constituirse en los mesías del pueblo escogido catalán.
Una especie de disputa entre Moisés y Mahoma (uno bizco y el otro con un corte
de pelo imposible, pero bueno). El capilarmente inefable ha conseguido ser
admitido en el Parlamento Europeo (pero bueno, allí aceptan a cualquiera, de
Ruiz Mateos a Nigel Farage, así que tampoco es tanta maravilla).
Eso
sí, una vez allí anda como los presidentes socialistas españoles de este siglo
cada vez que hay una cumbre internacional. Es decir, vagando de grupo en grupo
intentando pegar la hebra, pero sin que nadie le haga ni caso. En el caso de Cocomocho, han sido los verdes los que
se han negado a aceptarle en su grupo parlamentario… por ultra.
Como
será, que ni éstos le quieren con ellos.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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