viernes, 21 de febrero de 2020

Desvergüenza de sinvergüenzas

Todos los años pienso no voy a escribir sobre la entrega de los premios Goya. Todos los años acabo escribiendo sobre el tema. Este año no va a ser una excepción.
En general, el mundo del cine español está lleno de impresentables. Fatuos, pagados de sí mismos (sí, ya sé que he venido a decir dos veces lo mismo), dispuestos a pontificar sobre lo que sea como si supieran de qué están hablando y prestos a descalificar tildando de fascistas a aquellos que discrepan.
Como en todo, hay excepciones: gente de derechas, como el fallecido Alfredo Landa; gente que disparaba contra todo, como el fallecido Pepe Sancho; gente elegante y con clase, como Antonio Banderas, a quien la fama no se le ha subido a la cabeza, sino todo lo contrario, y que tras ganar el Goya al mejor actor lo que dice es que volver a Los Ángeles a los Oscar con mi hija y mi exmujer va a ser muy bonito.
Y luego, claro, están los jetas. De esos hay que tienen talento, y hay que no lo tienen salvo para vivir a costa del contribuyente. Está Pedro Almodóvar, que tiene el cuajo de decir que le da vergüenza pedir dinero al Estado pero el cine español lo necesita. Y está Eduardo Casanova, que tiene la desfachatez de decir que su mierdícula Pieles (un presupuesto de más de un millón de euros para una recaudación de ochenta mil euros y un público de quince mil espectadores) no recibió subvenciones, cuando le cayeron del cielo –es decir, del bolsillo de todos y cada uno de los españoles- doce mil euros para llevar su película a la Berlinale.
Es lo de siempre: o se considera el cine una industria, como hacen en Estados Unidos, o se considera un arte. Si lo primero, que rijan los criterios empresariales; si lo segundo, que trabajen… por amor al arte, no por la pasta.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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