En
el mundo real, lo políticamente correcto está determinado por el pensamiento de
izquierdas. Esto no quiere decir que haya que ser de izquierdas para que tus
postulados sean aceptados (por la izquierda), sino que serán aceptados si a la
izquierda le parece bien.
Dos
ejemplos, así a nivel patrio. Nadie diría que el PNV o el secesionismo vasco
son de izquierdas, tolerantes, amantes de la diversidad, inclusivos… Todo lo
contrario: son de derechas, intolerantes, xenófobos, racistas y excluyentes. A pesar
de eso, son tolerados por la izquierda, y aún cuando sus planteamientos
ideológicos andan parejos, ahí ahí, con los de Hitler (sin llegar al genocidio…
de momento), se les tolera, se les consiente y se les pelotea.
Tomemos,
en cambio, el ejemplo de Vox (partido al que, para los despistados, no voto,
pero que me cae de rechupete aunque no sea más que por una combinación entre la
doctrina Mafalda y lo de los nervios
que pone a los retroprogres). Le acusan
de xenófobo, cuando lo que defiende es la expulsión de los inmigrantes
ilegales; le acusan de machista, cuando –por ejemplo- la cabeza de lista a la
Comunidad de Madrid fue una mujer; le acusan de racista, cuando tiene negros
(vamos a dejarnos de pamemas afroascendidas)
en sus filas (aunque algunos quizá deberían cuidad un poco sus declaraciones);
le acusan de anticonstitucional, cuando lo que pretende es cambiar la
Constitución… pero por los mecanismos previstos en la propia norma suprema.
Pero
cuando acusa a los socialistas de promover la pederastia –por propugnar la
educación sexual de los infantes desde su más tierna, valga la redundancia, infancia,
por no decir de la propugnación de la masturbación o las experiencias
homosexuales-, van los de Twitter y les impiden publicar comentarios. Es decir,
que en el ciberespacio también domina la ideología de izmierda.
Claro,
que a nadie sorprenderá, si tenemos en cuenta que la encargada de decidir lo
que es un bulo o no en Facebook España es esa periotonta que tiene nombre de ministra del PP…
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