Cuando
la franquicia navarra eligió apoyarse en el P-ETA para alcanzar la presidencia
del consejo de gobierno de la comunidad foral, en lugar de recabar o aceptar la
ayuda de formaciones netamente democráticas, a los socialistas, tanto en
Pamplona como en Madrid, se les llenó la boca jurando por activa, por pasiva y
hasta por perifrástica que no se habían hecho concesiones de ninguna clase a
los terroristas.
Naturalmente,
tales proclamas eran más falsas que un euro de corcho. Los primeros en evidenciar
el embuste fueron los propios terroristas, ya que, entre sus muchos defectos –cobardes,
asesinos, miserables- no se encuentra el de dejar pasar la ocasión de alardear
de semejantes logros.
Cuando
llegó la hora de negociar la aprobación de los presupuestos regionales, quedó
claro quien tenía la sartén por el mango o, por emplear una terminología menos
delicada, quien tenía bien agarrados los dídimos de quién.
Y
en fechas recientes hemos tenido otra prueba: llegada la hora de votar en el
Parlamento Europeo -sólo un día después de pactar con Bildu los presupuestos de
Navarra- una propuesta de que se investigaran los asesinatos sin resolver
cometidos por la banda terrorista de ultraizquierda, el PSOE votó en contra. Sólo
caben dos posibilidades: o los socialistas estaban pagando a los terroristas
los favores debidos, o votaron en conciencia.
Elijan
ustedes la opción que menos asco les de.
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