En
ocasiones, el comentar en el blog las noticias con retraso o desfase tiene el
inconveniente de que, cuando sale la entrada (valga la contradicción),
prácticamente nadie, salvo yo, se acuerde de la noticia (y, a veces, hasta yo
tengo que pinchar en el enlace para recordar de qué iba la cosa).
Otras
veces, en cambio, el paso del tiempo da perspectiva, o permite conocer toda la
historia de un asunto que se desarrolló a lo largo de varios días. Este segundo
escenario es el correspondiente a la noticia que comentaré hoy.
Todo
comenzó con el aterrizaje en Barajas de un avión en el que viajaba la
vicepresidente (y no vicepresidenta,
repasemos las etimologías) del gobierno venezolano. Esta individua, de nombre Delcy
(renuncio a saber el origen del nombrecito), tiene prohibida su entrada en el
espacio Schengen: no puede sobrevolarlo, no puede aterrizar y no puede pisarlo.
Si lo hiciera, debería ser detenida y expulsada.
Pues
bien, el avión aterrizó y no fue detenida y expulsada. El ministro de Fomento
(ya sé que el nombre del ministerio ha cambiado, pero nos entendemos) fue al
aeropuerto, en un coche privado que no era al suyo. Allí pasó algo, y a la hora
de dar cuentas ante los periodistas las versiones se fueron sucediendo una tras otra: no habló con ella; sí habló con ella, pero no la vio; si la vio, pero no
para tratar nada con ella; sí trató con ella, pero fue para intentar evitar un
incidente diplomático; no fue idea suya lo de ir, sino del ministro del Interior (alguien cuyas competencias tocan más de cerca el tema, salvo que por
tratarse de un avión se pensase en el Fomento); no pisó suelo español; sí pisó
suelo español, pero fue cosa de la policía. En
cuanto a la parada, fue algo improvisado; no fue improvisado, porque la viajera
tenía previsto reunirse con Pierre Nodoyuna
y Patán (¿cómo, dónde, para
qué?). Y esto último no ha sido desmentido todavía por los de la mano y el
capullo…
A
todo esto, ¿cuáles son los hechos? Que el ministro implicado, que ha mentido
varias veces (suponiendo que alguna de sus versiones sea verdad, las demás no
lo serían), se ha atrincherado en el cargo, dice que no le echa nadie y su jefe de filas le respalda,
aunque la oposición pida su cese; que el Gobierno español tuvo que autorizar en origen la orden de vuelo del avión de marras; y que la interfecta –estalinista pero millonaria, hija de un secuestrador y educada en París- usó el teléfono móvil
del ministro para amenazar a Sin vocales
diciéndole que si recibía al presidente
encargado de Venezuela –finalmente, no lo hizo, aunque hace un año lo reconociera,
si bien a regañadientes-, no podrían avanzar
(¿en qué?).
Si
esto no es ir camino de ser una república bananera, que baje Dios y lo vea.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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