miércoles, 27 de junio de 2018

Lo que no preocupa a los españoles

La clase política española es, en general, bastante miserable. La izmierda vive cautiva de sus obsesiones, empeñada en ganar una guerra que iniciaron y perdieron hace ya ocho décadas. La derecha, acomplejada, la secunda en sus propuestas ante el temor de que, defendiendo lo que es de sentido común, se les tilde de fachas.
Recién llegado al gobierno, entre las primeras medidas de Sin vocales no se encuentra la lucha contra la lacra de la violencia de pareja (terminología ésta que me acabo de sacar de la manga y que me parece mucho más ajustada que el calificativo de machista, por no hablar de la degeneración gramatical que supone hablar de la de género), o el impulsar la economía, o la lucha contra los golpistas catalanes o contra la amenaza del islamismo, siempre latente.
No, la iniciativa que ha lanzado es la de sacar los restos mortales del Caudillo del lugar donde reposan desde hace más de cuatro décadas por decisión de sus sucesor a título de Rey: puesto que el Generalísimo no cayó en la contienda fratricida, no tendría derecho a ser enterrado en la basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, a diferencia de los restos que yacen al otro lado del altar mayor, asesinado por los rojos tras una patochada de juicio.
A esa iniciativa se han sumado los naranjitos (supongo que para que no les califiquen de herederos del franquismo) y las hordas moradas: Junior ha intentado subirse al carro de la desmemoria histérica, despreciando a ese apéndice vestigial que es Izquierda Hundida.
Para mí, en cambio, el hecho de que me llamen facha puede llegar a constituir un elogio, según de dónde venga…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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