Vamos a ser generosos y decir que el
partidito de Junior nació en el mundo
de las ideas, de la pura entelequia, de la protesta contra lo establecido, de qué se propone que me opongo. En el
mundo del antisistema, por resumir: un mundo en el que no hace falta proponer,
sólo criticar y decir eso está mal,
pero sin aclarar cómo habría que hacer las cosas para que fueran bien.
Por eso, cuando se ha pasado el
trámite de las elecciones europeas, en las que el recurso a conceptos difusos
es aceptable y la crítica destructiva asumible, y ha llegado la fase de las
elecciones andaluzas primero, y autonómicas y municipales después (qué cosa más
poco práctica el que algunas comunidades autónomas puedan disolver la cámara
legislativa y convocar nuevos comicios a discreción; sería mucho más lógico y
menos enervante que las elecciones se celebraran en toda España cada cuatro
años, y punto), se han visto forzados a matizar sus propuestas por un lado, y a
enfrentarse a unos resultados menos excelentes de lo que las encuestas
vaticinaban.
Renta universal, pero con matices;
nada de pactar con la casta, pero con matices; y así. Y cuando, además –porque de
donde no hay no se puede sacar-, hay que recurrir a políticos no profesionales (decir amateur o, peor aún, aficionados, suena fatal), la cosa
chirría.
Es lo que ha ocurrido en el caso del
Ayuntamiento de Madrid. Al modo de un Adolfo Suárez redivivo, no es que puedan
prometer, es que prometen. Prometen mucho. Por docenas, por centenares, se
cuentan las promesas. Pero no dicen cómo van a llevar a cabo sus medidas, ni de
dónde sacarían el dinero necesario para aplicarlas, ni las consecuencias (a
menudo desastrosas, según la gente que sabe de esto) que llevarían aparejadas. Eso, cuando las medidas que proponen afectan a competencias
autonómicas, estatales o incluso europeas y, por lo tanto, están fuera de su
alcance.
Y cuando se le pregunta a la candidata
(una juez, así que algo de formación se le supone) sobre, por ejemplo, el IBI,
va y responde que es
(…) partidaria de que no
hagáis estas preguntas. Lo que realmente importa es generar toda una serie de alternativas
que mejoren la desigualdad social. No habrá desarrollo económico si no conseguimos
mejorar los índices de desigualdad. Y para eso es necesario que haya servicios,
los desplazamientos que significan todo tipo de impuestos y de tasas, habrá que
racionalizarlas mucho. Las tasas de basura, por ejemplo. Estamos acostumbrados a
que vienen reguladas por las estructuras del IBI y el catastro. ¿Por qué no pensar
que pueden ser menores si una persona entrega menos basura?
Es decir, no me
preguntéis por cosas concretas, porque lo verdaderamente importante es
elucubrar. Como se nota que el neocomunismo nació en la Universidad…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!