El lenguaje políticamente correcto
sólo tiene una ventaja: como quienes lo emplean suelen decir tonterías, para
soltar un número determinado de las mismas necesitan el doble de tiempo que un
políticamente incorrecto, como por ejemplo el que escribe estas líneas. Es
decir, que en un tiempo dado sólo se verá uno obligado a soportar la mitad de
estupideces.
Además de duplicar innecesariamente el
número de palabras empleado (mal que les pese a las feminazis, en español el masculino es genérico y engloba al
femenino: cuando se pregunta, por ejemplo, si hay algún voluntario para una
tarea, no se está excluyendo a las mujeres, caso de haberlas), suelen incurrir
en errores gramaticales.
Hablo de la mal llamada ley de violencia de género (que sea
además inconstitucional por derogar la presunción de inocencia en el caso del
agresor cuando se trate de un varon heterosexual), que en su enunciado comete
un error de bulto. Políticamente correcto, pero error al fin y al cabo.
¿A qué me refiero? Al empleo del
término género, cuando debería decir sexo (aunque suene sucio). Las personas
no tienen género, tienen sexo; lo que tienen género son las palabras: en los
formularios se habla de sexo masculino y femenino; los progres hablan de orientación
sexual, no de orientación de género…
…y a los que se sienten atraídos por
personas de su mismo sexo (que no de su mismo género, ojo) se les llama
homosexuales, y no homogenerales.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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