Hace un siglo, los comunistas llegaron
al poder en Rusia a través de una revolución. Por lo tanto, salvo proclamas
genéricas (tipo la tierra para el que la
trabaja, el poder para los soviets
y cosas de semejante jaez) no tuvieron necesidad (ni tampoco interés) de
explicar cuál sería su actuación una vez llegados al Gobierno.
Cien años después y un continente más
al Oeste, las cosas han cambiado. Los neocomunistas tenían unas expectativas
electorales mucho más halagüeñas que los resultados conseguidos por sus
antecesores, los paleocomunistas. Concurren a unas elecciones democráticas (por
más que ellos proclamen por activa, por pasiva y hasta por perifrástica que la
democracia que hay en España no es real), y necesitan explicar cuál será su
acción de gobierno a través de un programa. Claro que, vistos los adelantos,
quizá les valdría estarse calladitos.
Para empezar, el grupito de Junior quiere un servicio de inteligencia financiera que esté en manos del Gobierno. Además, quiere fomentar la figura del
informante anónimo. Vamos, la delación pura y dura –algo muy propio de la izquierda,
tanto más propio cuanto más extrema- trasladada al ámbito fiscal. Una especie
de Gestapo impositiva.
Y luego, propone una elevación general
en todos los impuestos, directos e indirectos. Quizá el de sociedades contente
a sus bases, por aquello de que el empresario es el opresor de la clase
trabajadora y todo eso, pero habrá que ver qué empresas estarán interesadas en
establecerse en España con semejante panorama.
Claro, que el mayor sablazo se lo
lleva el ciudadano medio, ese que no es lo bastante pobre para no tener que
pagar impuestos ni lo bastante rico para poder hacer ingeniería fiscal. Vamos,
la mayoría de los españoles. A esos, los neocomunistas quieren quitarles uno de cada dos euros que ganen.
Ni Montoro en sus sueños más húmedos…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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