La última parte de la trilogía de
Dashner me ha decepcionado un poco. No aclara demasiado las cosas (algo sí,
pero no del todo; eso lo deja –espero- para las precuelas), y por otra parte,
cuando terminas de leer, te quedas con una especie de ¿y ahora, qué?, en el sentido de que la situación no queda ni mucho
menos resuelta.
En el lado positivo, la paranoia de
Thomas (y del lector con él) va en aumento. Dashner se guarda las cartas y uno
no sabe de quién fiarse, a quién creer y en quién confiar. Eso sí, al estilo de
Stephen King, Dashner no duda en eliminar a más de uno de los personajes
principales.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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