Hasta el cambio de siglo, y tiro de recuerdos,
España se mantenía más o menos en la primera
división de la Copa Davis, con alguna incursión en las rondas finales.
Éramos un país de un solo buen jugador (primero Santana, luego Orantes, luego
Sánchez-Vicario; suponiendo que me lea algún tenista, cosa que dudo, pido
disculpas por obviar a los demás), y con eso no se podía aspirar a ganar la
ensaladera. Que se lo digan si no a Suiza, que tiene al tenista con más trofeos
de Gran Slam de la historia y sólo ha ganado la Copa Davis una vez…
Fue con el cambio de siglo, como digo, que las
cosas empezaron a cambiar. Hubo más de un jugador entre los veinte mejores
(incluso entre los diez o los cinco) del mundo. Había banquillo. Nos
favorecieron además los enfrentamientos, en el sentido de que al competir
contra países en teoría superiores a veces lo hacíamos en casa, con lo que podíamos elegir la superficie (premio: tierra
batida). Resultado: cinco trofeos en una década. Primero con una capitanía a
cuatro, luego con otra a tres… algo un poco heterodoxo, pero que funcionaba.
Sin embargo, las cosas han empeorado últimamente.
Los capitanes cada vez tenían un período en el puesto más corto. Las figuras se
borraban de algunas eliminatorias: en ocasiones, con justa causa, porque no
puedes jugar si estás lesionado. La gente, hasta el aparentemente infatigable
Nadal, iba cumpliendo años.
A eso se suma que la Copa Davis no da dinero
directamente (creo), sino sólo prestigio. Y eso, en un calendario demasiado
cargado, obliga a elegir. Es como si a un futbolista le dices que, año tras
año, tiene que jugar la liga, la copa, la competición continental por clubes,
lo mismo pero por selecciones, el mundial y, encima, una pachanga de solteros
contra casados (símil un poco forzado, lo sé, pero se me entiende). Lo lógico
es que se borre de aquello que menos beneficios le vaya a producir (que, al fin
y al cabo, la vida laboral de un
deportista es más corta que la del común de los mortales, y aunque ganen en un
año más que servidor en toda su vida, más de uno y más de dos han acabado
arruinados por su mala cabeza).
Si a todo eso le sumamos una dirección desde la
Federación cuando menos, y para ser suave, poco diplomática, no es de extrañar
que, tras haber ganado los dos primeros partidos de la eliminatoria contra
Rusia, los rusos (jóvenes, sí; verdes, sí; pero con talento y compromiso con su
país) acabaran dando la vuelta a la tortilla y ganando la eliminatoria en el
trayecto para el ascenso; que Conchita Martínez será buena, eso no lo dudo,
pero no hace milagros. Ahora nos toca luchar para no bajar a tercera división.
Lo raro es que no se haya producido antes este
estado de cosas.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!