Conocía la existencia de esta historia, probablemente, incluso desde antes de saber que existía un corpus artúrico. Como no podría ser de
otra manera, fue gracias a leer las obras de Tolkien, ya que en la biografía
del autor se mencionaba la edición que hizo el creador de la Tierra Media.
También conocía la versión cinematográfica –que no he visto- interpretada por
Sean Connery y Miles O’Keefe (el Tarzán de la versión de John Derek… glups).
Claro que, después de haberme
ventilado en el último año más de dos mil páginas (y de cuatro mil,
probablemente; estaba pensando sólo en el ciclo de la Vulgata) sobre el antiguo y futuro rey, esta obrita sabe a
poco. De hecho, al leerlo he tenido la impresión de que la visita del caballero
verde es un macguffin en toda regla,
un pretexto para narrarnos una aventura del sobrino de Arturo y el proceso de
su evolución espiritual.
Porque, no nos engañemos, lo que le
ocurre a Gawain podría haberle ocurrido aunque el caballero fuera rojo,
amarillo, violeta o de cualquier otro color; incluso aunque no hubiera habido
caballero, porque puedo dar fe de que los caballeros de la Mesa Redonda eran
capaces ellos solitos de meterse en aventuras semejantes sin necesidad de que
nadie les encaminase.
Por lo demás, una obrita que se lee
rápidamente y que, en la edición que tengo, viene acompañada de tres artículos
escritos por autores contemporáneos es los que se profundiza ligeramente, valga
el cuasi oxímoron, en la simbología que encierra la obra. Probablemente al
leerlo en español (y en prosa) se pierda la gracia del verso aliterado
original. Qué le vamos a hacer…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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