El problema de los políticos es que no deben decir
todo lo que piensan… especialmente si son de derechas, porque ya sabemos que
los de izquierdas, especialmente sin son neocom,
tienen bula para decir lo que se les pase por el vacío intracraneal, con la
disculpa de que son nuevos en esto de la política.
Así, tenemos a una concejal alicantina, apodada la roja, que se despacha en Twitter con
perlas como sus propuestas de bombardear plazas de toros (se ve que no es
consciente de que las plazas de toros suelen estar enclavadas dentro del casco
urbano, con lo que los vecinos resultarían afectados por el bombardeo… claro,
que para la concepción de esta sujeta
la culpa sería suya, por vivir allí), subvencionar los asesinatos de políticos
(de derechas, se supone) o calificar a la familia real de asesina y borracha (se ve
que lo de Carrillo era filantropía, y Gerardo Iglesias –que tenía fama de darle
a la botella más de lo recomendable- se dedicaba a las catas de caldos).
Mientras, un alcalde popular llamó puta barata podemita a una portavoz
socialista. En lugar de indagar cómo es que un primer edil está tan al tanto de
los precios que se manejan en el mercado de meretrices, la izquierda se lanzó
en masa a pedir su dimisión. El alcalde no les hizo caso y buscó disculparse
diciendo que fue un calentón. Pobre
disculpa, porque cuando uno se rebaja a actuar como aquellos que se le oponen,
pierde toda la razón que pueda tener.
En fin, el doblevarismo habitual…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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