Cuando no era más que una abogada
laboralista devenida juez, la actual alcaldesa de Madrid, cual nueva
Torquemada, ardía de laica ira cuando un político (de derechas, naturalmente,
ya sabemos que los de izquierdas son genéticamente incapaces de delinquir de
cualquier manera, y si lo hacen es que el ordenamiento penal está mal hecho) resultaba imputado y no dimitía de todos sus cargos, puestos, prebendas y
gabelas.
Ahora las cosas han cambiado. O quizá
no. Quizá es simplemente que Manuela Carmena no es más que un monigote puesto
ahí por los neocom para que el
electorado se confiara y la votase (conozco a alguno que ha hecho eso, diciendo
que Ahora Madrid no es Podemos), pero
que en realidad no pinta nada. Sólo así se explica que cuando la flamante (y
ocasionalmente despechugada) portavoz del gobierno de la Villa y Corte ha sido
imputada, Carmena se haya limitado a señalar que cree que la susodicha debería dar un paso atrás… y la
interfecta haya dicho que no.
Sólo así se explica que doña Rojelia
se despache diciendo que sus concejales son sus compañeros perfectos. Tales para cual, efectivamente.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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