Con
ser deleznables, lo peor de los neocom
no son sus ideas, rancias, anticuadas e ineficaces en la práctica, como ha
demostrado la tozuda realidad en todas aquellas ocasiones en las que se han
perseguido llevar a efecto los postulados del judío alemán mantenido por el
industrial británico.
No,
lo peor de los neocom españoles es su
irrefrenable tendencia a la cursilería, al lenguaje empalagoso y rimbombante
que, en lugar de que sus afirmaciones resulten más fácilmente digeribles, nos
provocan a algunos una irresistible sensación de nausea.
Así
ha ocurrido todas y cada una de las veces que esos bebe-sin-sed, que diría el capitán Haddock (no es que el epíteto
venga muy a cuento, pero ha cruzado por mi mente mientras pulsaba las teclas), han tenido que poner algo por escrito, y mucho me temo que así seguirá
ocurriendo hasta el día, Dios quiera que no demasiado lejano, en que podamos
librarnos de ellos de una vez por todas (aunque lo dudo, el pueblo español es
bastante estúpido a la hora de elegir a sus dirigentes).
Para
muestra, lo que dijo la franquicia madrileña de la formación morada (por mucho
que los podemitas juren y perjuren
–más lo segundo que lo primero- que doña
Rojelia y su equipo no siguen sus dictados, eso no hay quien se lo crea)
con ocasión del tema de las ocupaciones de inmuebles ajenos: dijeron que
apoyaban el derecho a la creación de espacios de vida y encuentro.
Para
mear y no echar gota, oyes.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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