En
la España del último siglo ha habido, básicamente, dos regionalismos
secesionistas, el vasco y el catalán. En los últimos cincuenta años se ha
tendido a calificar el primero como de malo
o violento y el segundo como menos malo, o no violento, o dialogante,
o cualquier otro epíteto equivalente a sí,
vale, pero…
Sin embargo,
ambos nacionalismos son igual de malos. Simplificando, se podría decir que los
vascos han causado más muertes que los catalanes (habiéndolas causado también
éstos) porque los primeros son más brutos y los segundos más cobardes. Esto dicho,
ambos coinciden en su objetivo: crear un entorno donde ellos sean los amos y
señores absolutos de todo y de todos. En esto, los catalanes han logrado
avanzar más que los vascos, quizá porque ese idioma de laboratorio que nadie
habla en la calle no hay Cristo que lo entienda. En cambio, como el catalán,
mal que bien, se entiende más o menos por un hispanoparlante (al fin y al cabo,
es un dialecto del occitano, lengua romance al fin y al cabo), a la chita
callando han conseguido precisamente eso, callar a cualquiera que hablase, y
hasta que pensase, en español. Eso, al tiempo que se pasaban las normas y
resoluciones judiciales españolas que no les placían por el epidídimo.
Sin embargo,
el que la mayoría de los políticos catalanes sean secesionistas o
filosecesionistas, y que los ciudadanos secesionistas sean los que más ruido
hacen, no implica necesariamente que la mayoría de los catalanes (ya se sabe,
la famosa mayoría silenciosa) quieran
dejar España (y si supieran la que les espera ahí fuera, menos aún). Eso quedó demostrado a principios de mes,
cuando antisistemas sistemizados y
republicanos de izquierda llamaron a la desobediencia al Tribunal Constitucional
con una manifestación en Barcelona… a la que acudieron menos de dos mil personas. Para qué convocar una concentración para no acatar resoluciones
judiciales si llevan cuarenta años haciéndolo (el desacato) sin convocar a
nadie…
Y
mientras, los dos partidos que parieron la sedicente y sediciosa Asamblea
Nacional Catalana andan a la gresca: natural, con tantas cosas que les separan
(izquierda y derecha, republicanos y burgueses…), lo único que tienen en común es
que quieren ser el gallo del gallinero… ellos, y no los otros. Y como en todo
órgano revolucionario y totalitario, la citada asamblea ya empieza con las purgas y los avisos, anulando candidaturas desafectas y advirtiendo a la gente
que no se vayan de la boca según donde si quieren entrar en la dirección.
No,
si todavía acabaremos echando de menos a Jorgito
Poyuelo…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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