Es
posible –incluso probable- que me cruzara (que viera expuesta) con esta novela
antes de ver la película que, basándose en la misma, realizó Ridley Scott. Sin embargo,
es un hecho que no la compré hasta después.
Y he
de decir que la novela es mejor que la película, o al menos que lo que yo
recuerdo de la película. De Ridley Scott suelen gustarme más lo que yo llamo
películas pequeñas (Un buen año, Los estafadores, esta misma, a pesar de que estoy seguro de que el
presupuesto fue tremendo… y no, no voy a mirarlo en Internet, al menos no antes
de publicar esta entrada) que aquellas otras mucho más pretenciosas y, por eso
mismo, vacías (El reino de los cielos,
que sí he visto, o Prometheus y Dioses y hombres, que ni he visto ni
tengo intención de hacerlo), y la protagonizada por Matt Damon me encantó: más
que de ciencia ficción, podríamos decir que era de ficción científica.
Pero
centrémonos en la novela. A diferencia de la película, empieza in media res, eso es, con el astronauta
ya varado en Marte, para
posteriormente explicarnos en detalle cómo acabó allí (y así). Científicamente es
más dura, pero también tiene más
rasgos de humor –por lo que recuerdo de cuando yo escribía historias y llegaba
a una escena humorística, Weir tiene que habérselo pasado pipa escribiéndolas-
y hasta románticos (apenas nada, pero eso ya es más que la película).
No se
hace larga en absoluto, y te entran ganas de consultar un mapa de Marte para
ver dónde están ambientados los hechos. Si no fuera porque tiene poco diálogo
(eh, ¿con quién va a hablar el único ser parlante del planeta rojo?), casi
estaría por recomendársela a mi padre… si siguiera leyendo de manera regular.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario