Que Junior es un liberticida es algo que
estaba meridianamente claro –excepto para los que eligen ponerse una venda en
las entendederas- desde que dijo aquello de que el que haya medios de
comunicación en manos privadas supone un peligro para la libertad de
información.
Sin embargo,
hace dos semanas largas dio un paso más y, en un acto que se celebraba en la
universidad, se dirigió personalmente a uno de los periodistas presentes en la
sala, despreciándole con mofas de mal gusto. Hay que reconocer que los
informadores que asistían al acto tuvieron un adarme de dignidad y abandonaron
la sala.
El
ramalazo de amor propio acabó ahí. La mamá
con niño profirió una especie de disculpas, aunque defendió la apertura de un debate para que se vea cómo funcionan los medios por dentro (me parece bien, empecemos por La Tuerka, por ejemplo, y sus fuentes de financiación). El medio
afectado (el diario El Mundo) no
tardó ni veinticuatro horas en ensalzar el talento y carisma de Pablo Iglesias. Y éste, en su disculpa, deslizó que se
encuentra por encima de los demás, al decir que cuando uno pretende ironizar no debe perder de vista la posición que
tiene. Y cuando esa posición no es de igualdad se puede hacer un daño que no se
pretendía hacer. Se ve que, llegado al Congreso, ya no somos todos iguales,
sino que como diría Jorge Manrique, están los
que viven por sus manos / e los ricos.
Para
acabar de rematarlo, el ofendido se fundió en un abrazo con el ofensor. De ese acto,
aunque honra al periodista, cabría decir lo mismo que dijo Fouché de la
ejecución del duque de Enghien: que es algo peor que un crimen, es una
estupidez.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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