miércoles, 18 de mayo de 2016

Embudo levógiro

Es propio de los seres humanos aplicar la ley del embudo o, como dijo Jesucristo, ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio (el símil no es del todo adecuado, pero…). Dado que los políticos, salvo error, omisión u opinión mejor fundada en Derecho, son seres humanos, es lógico y natural que apliquen la mencionada ley.
Ahora bien, los políticos de izquierdas han llevado la aplicación de esa regla a extremos que podríamos llamar draconianos, por aplicarla hasta extremos difícilmente tolerables (por aquellos a los que no les es aplicada, se entiende) y de un modo completamente sesgado e incoherente.
En efecto, los neocom defendían que cualquier político que fuera investigado en el curso de un procedimiento judicial debería dimitir de todos sus cargos, para no manchar con su eventual culpabilidad el ejercicio de la política (la justificación es de mi cosecha, aunque estoy seguro que los podemitas la acogerían encantados). Más aún si el político en cuestión era de derechas, puesto que vendría a ser ontológica y genéticamente culpable (a diferencia de los de izquierdas, que según Garzón el joven son genéticamente incapaces de delinquir).
Cuando el político es de izquierdas, en cambio, no tiene por qué dimitir, ni aún siquiera en el caso de ser condenado. Un político de izquierdas es siempre inocente de cualquier delito que se le impute; de ser culpable, siempre tendrá una justificación que sostenga sus actos; y de no haberla, la culpa será de los tribunales, trufados –como es bien sabido- de gente reaccionaria e intolerante.
Y aún en el caso de que un podemita renuncie a la Diputación Permanente y deje así de estar aforado, siempre vendrá el indómito líder en su socorro defendiendo su inclusión de nuevo en las listas electorales, a pesar de ser objeto de una investigación judicial.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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