La
izquierda en general, y la española en particular, suele declararse atea,
cuando en realidad lo que son es anticatólicos. No hay más que ver los
arrumacos y zalamerías que dedican a otras confesiones cristianas, no digamos
ya a los musulmanes (los judíos son cosa aparte, la izquierda los odia con
todas sus fuerzas, no sé si por ser aliado de EE.UU. o por ser el valladar
contra los musulmanes). Cuando un cura católico comete algún crimen, los
progres ponen el grito en el cielo. Igualmente se suele tachar de reaccionaria
a la jerarquía católica; pero se mantiene la boca cerrada sobre el hecho de que
los principales defensores del creacionismo (y, por lo tanto, opositores a la
teoría de la evolución) son los protestantes estadounidenses, al igual que la
circunstancia de que quienes quemaron a las (presuntas) brujas en Salem,
Massachussets, fueron… protestantes.
A lo
que iba. A pesar de odiar con todas sus fuerzas a los católicos y el
catolicismo, el progretariado no para
de manifestar su opinión sobre la vida interna de la iglesia, sus dogmas y sus
doctrinas, y de hablar bien o mal (generalmente, esto último) de los sucesivos
pontífices. Para ellos, Juan Pablo II era un facha de mucho cuidado (supongo
que por contribuir a derrumbar el telón de acero), y Benedicto XVI poco menos
que Torquemada redivivo. Francisco I, en cambio, parece concitar todas sus
simpatías, y hasta Junior se ha
permitido darle su bendición (laica, por supuesto), diciendo que siente
admiración por el padre Ángel y que tiene sintonía
con el Papa, añadiendo que Tenemos suerte de tener un Papa distinto.
Eso
me lleva a hacerme dos preguntas: ¿quiénes tienen exactamente suerte? ¿Un Papa distinto de qué, o de quién o quiénes?
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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