No hay otra manera de decirlo: además de sectarios, prepotentes, cobardes, rastreros y todos los demás adjetivos descalificativos que se nos puedan ocurrir, el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Madrid son una panda de ineptos, la demostración viviente de que el principio de Peter falla más que una escopeta de feria: en el caso de los políticos, especialmente si son españoles y no digamos ya si son de izquierdas, ascienden hasta mucho más allá de haber rebasado su nivel de incompetencia.
Tomemos, por ejemplo, el caso de los presupuestos municipales para el año que viene (aunque hay que reconocer que al menos, haberlos, haylos; en Barcelona, ni siquiera eso). El consistorio presentó un proyecto que incumplía los límites marcados por Hacienda, lo que provocó la amenaza del ministerio de vetarlos. Aunque el concejal del ramo se mantuvo retador, doña Rojelia le desautorizó y anunció que reformaría los presupuestos como exigía Hacienda.
Esto dio pie a los socialistas –recordemos que si los comunistas, segunda fuerza, gobiernan en la Villa y Corte, es gracias a los socialistas, tercera fuerza… y por un solo escaño de diferencia con respecto a la suma de los populares, primeros, y los naranjitos, cuartos- a sacar pecho diciendo que ellos no ceden ante Montoro. Se abstuvieron de decir que eso es, básicamente, porque sus responsabilidades de gobierno son casi inexistentes: es como si yo dijera que jamás he perdido una carrera contra Usain Bolt (principalmente, porque no he competido con el jamaicano).
La alcaldesa, tras la trifulca, sacó la cara por su concejal, con uno de esos comentarios suyos entre insulsos y sonrojantes, incluso aunque no fuera la gobernante de la ciudad más importante de España. Dijo que ella a Carlos le quiere mucho.
Como se quiere a un hijo tonto, vamos.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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