El
comunismo es una ideología incompatible con la democracia, y viceversa. Y desde
que, hace ya un cuarto de siglo, cayeron simultáneamente el muro de Berlín y el
telón de acero, los partidos comunistas occidentales se convirtieron en zombis,
en muertos que caminan sin darse cuenta, o sin querer reconocer, de que no son
sino cadáveres animados.
En España
han ido experimentando un proceso de maquillaje, de matrioskamiento que ha llevado a irse sepultando cada vez más
profundamente, aunque sin abandonar el control… hasta ahora. Primero se unieron
a un conglomerado de grupúsculos -¡estaban hasta los carlistas!- para crear
Izquierda Unida, a la que los sucesivos desastres electorales granjearon el
mote de Izquierda Hundida. Luego, en
las penúltimas elecciones generales, a modo de agujero negro que todo lo absorbe
y nada devuelve a cambio, se unieron a más grupúsculos bajo otras siglas que
ahora no recuerdo. Y en las últimas, humillándose hasta lo indecible, los paleocom aceptaron ser satélites de sus
epígonos aventajados, los neocom, sin
que la cosa sirviera de mucho salvo para mantener el nivel electoral que los de
Junior habían alcanzado en las
elecciones del último Diciembre.
Ahora,
asumiendo su carácter terminal, el aragonesista de Rosario y el telegénico
secretario general paleocom han
asegurado que quieren superar Izquierda
Unida, y que están dando pasos para liquidar la coalición. El argentino pocos
dará, dada su misnuvalía.
Y
mientras, el número uno y el número dos (y aspirante a ser califa en
lugar del califa) se tiran los trastos a la cabeza también a propósito de este
tema: el primero dice sí, y el segundo rotundamente no.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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