Amancio
Ortega es lo que los anglosajones denominan un self-made man, un hombre hecho a sí mismo. desde los orígenes más
humildes ha logrado escalar, a base de tesón, trabajo duro y buen olfato, hasta
alcanzar el podio de los más ricos del planeta. El dinero no le ha venido caído
del cielo, sino que ha tenido que sembrar y cosechar, sembrar y cosechar.
Amancio
Ortega es, también, un gran hombre (y, como todos los grandes hombres, tuvo
detrás a una gran mujer, su difunta primera esposa). Alguien que no parece
haber olvidado de dónde viene, y que no vive encerrado en su torre de marfil ni
se limita a disfrutar del dinero que ha ganado honradamente con su trabajo. Tendría
todo el derecho del mundo a hacerlo, y nadie podría reprochárselo (aunque más
de uno y más de dos lo harían), pero no lo hace. Parece querer devolver a la
sociedad parte de lo que ha obtenido, y no son extraños ni infrecuentes los
donativos (proporcionales a su fortuna) para tal o cual buena causa.
Claro,
que siempre hay ignaros cuyo sectarismo les impide aceptar esas muestras de generosidad
(¿la envidia, quizá?). Así, tras realizar la Fundación Amancio Ortega una donación de trescientos veinte millones de euros (algo más de cincuenta mil
millones de las antiguas pesetas) para la lucha contra el cáncer y la
adquisición de equipos de última generación, no han faltado los papanatas que,
amparándose en una supuesta dignidad, han rechazado el regalo (la limosna de millonario, la ha denominado el partido neocom). Los primeros,
los progresistas aragoneses, cazurros ellos. Sus palabras no tienen
desperdicio:
Nuestra comunidad no
tiene que recurrir, aceptar, ni agradecer la generosidad, altruismo o caridad
de ninguna persona o entidad. Aspiramos a una adecuada financiación de las
necesidades mediante una fiscalidad progresiva que redistribuya recursos
priorizando a la sanidad pública.
Lo primero que debe
hacer el Gobierno de Aragón es instaurar medidas para recuperar el derecho
universal a la salud perdido desde el 2012. Y solucionar urgentemente las
carencias que desbordan centros y profesionales, falta de material, bajas que
no se reponen, cierres de camas o el fraude de las listas de espera.
Me
limitaré a comentar que el derecho universal a la salud no parece en peligro. Quizá
se refieran al derecho universal a la atención sanitaria, o a la sanidad para
decirlo en una palabra. Y a quien deberían reclamárselo es a sus
correligionarios progres, que llevan
ya medio mandato rigiendo los destinos de la comunidad autónoma.
Tampoco
tiene desperdicio lo que han dicho sus equivalentes canarios (desconozco si una
hora antes o no):
Desde la dignidad del
pueblo canario, nuestra comunidad no tiene que recurrir, aceptar, ni agradecer
la generosidad, altruismo o caridad de ninguna persona o entidad. Menos aún de
quien siendo el mayor accionista de una de las mayores empresas y fortunas
personales del Estado tendría que demostrar no su filantropía sino su
obligación de contribuir al erario público de forma proporcional a sus
beneficios y en la misma proporción que el resto de los contribuyentes.
Esperemos
que sepan de sanidad más que de fiscalidad, porque los muy cretinos (en una
flagrante incoherencia con sus compañeros de la zona del Ebro) hablan de proporcional
y no de progresividad (estos no son más tontos porque no entrenan). Seguro que
el señor Ortega les habrá agradecido esa propuesta de tener que pagar menos
impuestos.
Ahora
en serio. Quienes sí han agradecido la generosidad del empresario gallego han
sido las asociaciones de enfermos de cáncer y los propios enfermos
individualmente. Ellos, y no esos desgraciados a los que se les llena la boca
rechazando regalos, son quienes de verdad sufren la enfermedad, y quienes de
verdad agradecen cualquier ayuda en la lucha contra la misma, venga de donde
venga.
En
cuanto a si esa donación desgrava o no, cosa que los supradichos cretinos
parecen no mencionar (hasta para eso son cortos de miras)… ¿y qué?
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!