Cuando
un político llega al poder, lo hace con unas expectativas, un programa, unas
ideas que pretende llevar a la práctica. Aunque tenga una mayoría absoluta, o
incluso un poder omnímodo, el choque con la realidad le forzará, transcurrido
algún tiempo, a moderar sus pretensiones y darse cuenta de que la realidad no
puede amoldarse a sus deseos. Es ley de vida.
Eso
mismo ha pasado con el dctr Pdr Snchz,
flamante (por decir algo) presidente del Gobierno de España. Pero en esto, como
en tantas otras cosas, está batiendo todas las marcas: le dimitió un ministro
antes de que transcurriera una semana desde su toma de posesión, la segunda
antes de que pasara un mes, tiene a medio gobierno inmerso en pufos de diversa
índole (económicos o tributarios en su mayor parte), una de sus ministras ha
sido reprobada tres veces en medio año…
Y
en apenas seis meses, Sin vocales ha
admitido que sus planes de legislatura han empezado a fracasar. Dejando aparte
el hecho de que la expresión es bastante suave (decir que están descarrilando
de mala manera sería acercarse más a la realidad), en cualquier país decente,
cualquier jefe de Gobierno decente disolvería el parlamento y convocaría
elecciones generales. Pero él no, aunque los sondeos oficiales le den unos
resultados de (relativo) ensueño.
Porque
eso supondría arriesgarse a perder el helicóptero oficial, el avión oficial, el
coche oficial y demás gabelas del puesto. Con lo que le ha costado alcanzarlo…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!