La
llamada ideología de género nunca me
ha merecido el más mínimo de los respetos. No porque piense que hombres y
mujeres no deban tener los mismos derechos y oportunidades (¡y obligaciones!),
sino porque suele encubrir un totalitarismo de pensamiento que siempre me ha
repugnado.
A
lo que iba. So capa de esta degeneración de la ideología, se violentan dos
preceptos de la Constitución Española (el catorce y el veinticuatro… hablo de
memoria: la igualdad ante la Ley y la presunción de inocencia), además de la
gramática, la semántica y hasta la ortografía; y al que osa señalar semejante
atropello discriminatorio le tildan de fascista, machista, misógino y hasta heteropatriarcal…
sea lo que sea esto último, que estoy convencido que ni aquellos que apostrofan
con este vocablo son capaces de definirlo con soltura y coherencia.
Ahora,
el feminazismo pretende dar un paso
más y acabar, además, con la libertad de opinión. Los neocom regionalistas de Valencia quieren que la banalización o el
negacionismo de (lo que ellos llaman) terrorismo machista sean delito.
Naturalmente,
el terrorismo machista sólo es tal
cuando es ejercido por un varón heterosexual (o presuntamente heterosexual)
sobre una mujer (sea cisgénero o transgénero), y consiste, básicamente, en no
actuar conforme a los dictados del pensamiento único progre del momento, ya sea
soltando un piropo o rascándose la entrepierna.
Un
poco salido de madre esto último, pero es que el tema me toca los… esos.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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