El
segundo volumen de los relatos de Lem no me ha decepcionado en lo más mínimo. El
tono general de los relatos sigue recordándome a Asimov (lo digo como un
cumplido), aunque cuando la extensión en páginas de la historia aumenta, el
autor polaco va dejando caer, en forma de reflexiones del protagonista, lo que
supongo que eran sus opiniones personales. Y donde el americano de origen ruso
siempre parecía destilar optimismo, el polaco trasluce lo que me considera un
pesimismo antropológico, aunque siempre teñido de una cierta ironía y de un
aplastante sentido común que hace el trago más soportable.
Resumiendo:
si El maestro de esgrima me
reconcilió con Pérez Reverte, las historias del piloto Pirx me han reconciliado con Lem. Y Ciberiada, el volumen con el que estoy ahora, va por el mismo
camino, aunque con un tono podríamos decir que más surrealista.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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