Que
en la Vasconia profunda, allí donde llevan la boina atornillada al cráneo para
que no exista la más mínima oportunidad de que un rayo de luz ilumine la
oscuridad de la ideología racista y retrógrada plantada allí por los herederos
del orate misógino, haya quien haga burla, befa y escarnio de las víctimas del
terrorismo es algo que puede comprenderse.
Pero
que en Burgos haya quienes planten un cartel en el que se mofan del secuestro de Ortega Lara –tan inhumano que cuando por fin las fuerzas del orden lograron
dar con él, lo único que pidió el funcionario de prisiones fue que acabaran con
él de una vez- es algo que se me escapa. Muy podrida tiene que estar la
sociedad, no sólo para que tales cosas ocurran, sino para que la tan traída y
llevada ciudadanía no se eche a la calle y haga pedazos, al tiempo, a la infame
pancarta y al malnacido o malnacidos que lo plantaron.
Por
lo menos una vez los de la mano y el capullo actuaron conforme a los valores
que pregonan representar y, junto a lo que llaman trifachito, rechazaron esa muestra de ignominia.
En
cuanto a los neocom, ni están ni se les
espera…
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