El
problema de los entes destructivos –sean personas físicas u organizaciones
colectivas- es que, cuando no tienen nada que destruir, suelen acabar por
volverse contra sí mismos y autodestruirse (mientras daba vueltas a esta idea
no podía quitarme de la cabeza el pasaje del capítulo 9 de El Silmarillion, donde dice que a Ungoliant el fin le llegó hace ya mucho tiempo, cuando acuciada por el hambre,
termino por devorarse a sí misma).
A
lo que iba: Convergencia y Unión, sobre ser una organización rapaz, tenía como
objetivo último, tras parasitar todo lo posible al resto de España, destruirla.
O quizá este objetivo surgiera con el tiempo, como corolario de la escalada de
exigencias que cuatro décadas de concesiones estatales alimentaron. El caso es
que, cuando su vida útil terminó, la coalición se deshizo, para rebautizarse
como Partido Demócrata Europeo Catalán (cuatro sustantivos de los que dos son más falsos que un euro de
corcho), que se coaligaría después con sus tradicionales enemigos, los ierreceos, sólo para volver a pelearse.
Ahora,
próxima esa festividad a la que en el pujante dialecto barcelonés del occitano llaman
la Fiesta, los pedecatos abordan su autodestrucción en favor de Juntos por
Cataluña (dos sustantivos, dos mentiras) y la organización fletada por Cocomocho.
Pues
que les vaya bien (o sea, mal). Algunos no les echaremos de menos en absoluto.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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