El
tercero de los volúmenes de historias (relativamente) cortas de Stanislaw Lem
que he leído en sucesión es también el más heterodoxo de todos. Me explico.
Los
dos tomos con las aventuras del piloto Prix son, eso, aventuras. Más o menos
graciosas, más o menos profundas, pero unos relatos razonablemente normales. Las historias que integran la obra que ahora comento, por el contrario, están por lo general pasadas de rosca
(y nunca mejor dicho, teniendo en cuenta que los personajes suelen ser autómatas).
Uno no sabe si considerarlas paródicas, surrealistas, esperpénticas o,
directamente, versiones polacas del astracán de Muñoz Seca. Porque, al igual
que en la obra del autor gaditano, un barniz bufonesco encubre reflexiones muy
serias e importantes, que dejan traslucir, me parece, el escepticismo –cuando no
el pesimismo- del autor.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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