Entre
los muchos rasgos que adornan a la izquierda
española, hoy voy a hablar de dos: la inepcia y la soberbia. El primero hace
que no den una a derechas; el segundo, que le echen la culpa a los demás.
Tomemos
el ejemplo de la política impositiva. Aunque Rodríguez dijera hace años (se
despistaría contando nubes) que bajar
impuestos también es de izquierdas, cuando y donde gobiernan las izquierdas
es casi seguro que los impuestos serán altos. Y si cuando y donde gobiernen las
derechas los impuestos bajan (y eso, por aquello de la curva de Laffer, hace
que la recaudación suba, y que las empresas se muevan, valga la expresión, de
izquierda a derecha), lo que dirán es que esa bajada de impuestos supone el mayor ataque a la Constitución en años.
Ojo
al dato: ni el saltarse las resoluciones judiciales a la torera, ni el celebrar
referendos ilegales, ni el prohibir el uso de la única lengua que todos los españoles
tienen el derecho a utilizar, ni el negociar con asesinos, ni el silbar el
himno nacional y al Jefe del Estado, ni el quemar fotos de su predecesor o
quemar la bandera nacional. No, nada de todo eso es importante, y todo eso
palidece ante una simple bajada de impuestos.
Y
cuando en Castilla y León anuncian que suprimirán el impuesto de sucesiones y
bajarán el tramo autonómico del impuesto sobre la renta de las personas
físicas, en Zamora los comunistas van e implantan un impuesto al perro. Lo que, por analogía, sí que podría ser inconstitucional: ¿por
qué a los perros, y no a los gatos, hámsters, periquitos, canarios, jilgueros, tortugas y demás
mascotas?
A
ver, que me lo expliquen.
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