En
teoría, España es una democracia. Y lo que caracteriza a una democracia es, no
el ejercer el derecho al voto, como machaconamente repiten una y otra vez los
golpistas catalanes –y sí, sé que machaconamente,
repiten y una y otra vez es decir casi lo mismo tres veces seguidas- (de ser
así, la dictadura franquista habría sido la democracia que el régimen decía que era), sino, más o
menos a partes iguales, el imperio de la Ley y la separación de poderes.
En
la práctica, sabemos que lo de la separación de poderes (Montesquieu ha muerto, que dijo aquél hace ya cuatro décadas) no
pasa del plano teórico, y que en España impera la partitocracia: no es que unos
poderes estén sometidos o supeditados a otros, sino que todos están bajo la
bota de los partidos. Si hay mayoría suficiente, sólo de uno; si no, del
cambalache entre formaciones.
Dicho
lo anterior, hasta ahora se guardaban, más o menos, las apariencias: sabíamos
que los partidos colocarían a quienes les conviniera, pero observando una
cierta discreción en las formas. Sin embargo, con dctr Snchz se ha ido todo al carajo, y ya no se molesta en
disimular. Quizá con sinceridad, quizá por hacer el paripé, el hecho es que en
las negociaciones tras las vacaciones (vacaciones ¿de qué?, si no ha hecho nada
para cansarse), Sin vocales les
ofreció a los neocom entrar en el Centro de Investigaciones Sociológicas, la Comisión Nacional del Mercado de Valores o el Consejo de Seguridad Nuclear. Es decir, que en esos importantes
órganos y organismos estarían no los más cualificados, sino los amiguetes.
Cómo
sería la cosa que hasta el Chepas
tuvo que rechazar, criticando, las formas y maneras de la oferta suciata, mientras que los mercados calificaban de barbaridad, horror o dispatate la entrada de los morados
en la CNMV. Y es que, como creo que dijo alguien, se puede perder todo,
menos la vergüenza.
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