Cuando
se plantea la alternativa entre la libertad y la seguridad, hasta los más
avezados pensadores de la cosa pública
tienen dificultades para llegar a una conclusión irrebatible. Lo mismo
podríamos decir entre la seguridad y la gestión eficaz.
Lo
malo es cuando no se tiene ni una cosa ni la otra. Si gobiernan las izquierdas,
la mala gestión (o la no gestión, directamente) está casi asegurada, sobre todo
si los que ocupan los puestos de responsabilidad son aficionados de la política. Lo que ocurre con estos populistas (a los que casi habría que
llamar populacheros, con toda la
carga peyorativa que el término pueda encerrar) es que se encaramaron al poder
a hombros de los elementos más atrabiliarios de la sociedad, esos que se suele
denominar antisistema; pero, una vez
encaramados a la poltrona, a lo que aspiran, a pesar de todas sus proclamas
contra la casta y a favor de la gente es, precisamente, a vivir a
costa del sistema. Sin dar un palo al agua, a ser posible. Y claro, tampoco
pueden hacer lo que se ha de hacer porque eso supondría, casi con total
seguridad, el tener que actuar contra aquellos en los que se apoyaron.
Un
magnífico ejemplo (uno paradigmático, podríamos decir; y sí, me gusta la
palabrita) lo tenemos en Barcelona. Por segunda legislatura consecutiva está al
frente del consistorio de la ciudad condal una aprovechategui (estaba en la plataforma de afectados por las
hipotecas sin haber tenido jamás un inmueble en propiedad, con lo que
difícilmente podría haber tenido una hipoteca, y mucho menos ser afectada por
esta figura jurídica) sin oficio conocido, más allá del de alborotadora pública
y ambigua ideológica (de sus otras ambigüedades mejor no hablamos).
La
cosa ya no es que esta señora (en el sentido marxista del término… del de
Julius, no el de Karl) apoye a los ocupas frente a los ocupados; la cosa es que
hay empresas de paquetería que no entran en algunas zonas de Barcelona por miedo a los delincuentes; la cosa es que la embajada de Estados Unidos alerta sobre los crímenes en la segunda ciudad de España; la cosa es que medios de
comunicación de los que se suele denominar de
prestigio (lo digo sin ironía) alertan sobre la oleada de crímenes en Barcelona.
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