Con el resultado fallido de la (segunda) OPA del BBVA al Banco de Sabadell tengo sentimientos encontrados.
Por un lado me alegro de que la cosa no les
saliera. Comprendo las intenciones de crecer absorbiendo, pero en la entidad
catalana no estaban por la labor. Aunque, en realidad, pocas OPAs son
amistosas, porque en tal caso lo que habría sería un intercambio de acciones, o
al menos el fingimiento de hacer las cosas de común acuerdo.
Pero, por otro lado, en el desgobierno
socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer y entre los secesionistas
de la barretina se desató lo que el titular denomina euforia. Y,
aplicando la doctrina Mafalda, si todos esos están contentos, es como
para preocuparse.
Así que, la verdad, no sé a qué carta quedarme.

 
 
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