Hace dieciocho años, cuando Nicolás Sarkozy llegó a la presidencia de la República Francesa, expresé mi esperanza de que lograra encadenar tres mandatos consecutivos.
Mis habilidades predictivas fueron nulas: uno
y no más. No sólo eso, sino que se vio envuelto en sucesivos escándalos de
índole económica -algo que parece afectar a todos los que ocupan el Palacio del
Elíseo desde hace medio siglo-, y se ha convertido en el primer presidente del Hexágono
en ingresar en prisión.
Chirac, Mitterrand o D'Estaing no es que no hicieran méritos, pero se libraron por su avanzada edad.

 
 
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