Tradicionalmente, se dice que la derecha busca preservar la familia, mientras que la izquierda busca acabar con ella, quizá por ser el pilar de la sociedad y, claro está, eliminando una será más fácil destruir a la otra.
En realidad, pocos se preocupan más por la
familia que la izquierda, al menos en España. Alfonso Guerra colocó a su
hermano en el despacho de la delegación del Gobierno en Sevilla. Felipe González
puso a su mujer en las listas al Congreso.
Sí, lo sé, algunos me dirán que José María
Aznar hizo lo mismo con Ana Botella, y es cierto… pero los de la mano y el
capullo tomaron la delantera. Sigamos.
Cuando doña Rojelia fue alcaldesa de
la Villa y Corte, que los miembros del gobierno municipal situaran en puestos
de responsabilidad (y de cobrar) a parientes, amigos, novios y, en general,
cualquier conocido que pasara por allí, fue la norma. El (luego) marqués de Villa
Tinaja puso a su pareja, y (futura) madre de sus hijos, primero como
portavoz del grupo parlamentario neocom, y luego como ninistra de
Lomismodá. Y Ábalos y Koldo han proporcionado sustento, alojamiento y trabajo
-todo con cargo a los fondos públicos, claro está- a un montón de sobrinas.
Y ahora nos enteramos de que la Unidad Central Operativa implica al hijo de Ábalos en su trama, ya que le transfirió cincuenta y seis mil euros y le dio dinero en efectivo desde Colombia.

 
 
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