viernes, 4 de marzo de 2016

El escracheador escracheado

Hace no tanto tiempo, cuando los antisistema no eran todavía parte del sistema (o tempora, o mores), pusieron de moda lo que dieron en llamar escraches y que no eran sino acoso puro y duro a las figuras públicas, políticos generalmente, que no eran de su agrado. A ellos y a sus familias. Viniendo de la Argentina peronista, manotesca y patotera, no podía ser de otro modo esa democracia a la violeta (o a la morada).
Para ellos, entonces, se trataba de un mecanismo ordinario de participación democrática, fruto de la pluralidad democrática que caracteriza y distingue a un Estado de Derecho, garante de la libertad de expresión de pensamientos, ideas y doctrinas, y un mecanismo ordinario de participación democrática de la sociedad civil y la expresión del pluralismo, aunque las palabras y consignas empleadas puedan ofender o perturbar, dado que los derechos del increpado ceden ante los derechos colectivos por su carácter de persona de relevancia pública dedicada a la gestión política. Era, en resumen, un vigoroso ejercicio de rebeldía cívica.
Ahora, sin embargo, las cosas han cambiado. Ahora, son ellos los que son parte del sistema. Ahora, son ellos los que sufren palabras o consignas –obeso, barbudo, dictador, hijo de puta, perroflauta y rojo de mierda-, proferidas, estoy seguro, con ánimo puramente descriptivo. Ahora, cuando los manifestantes desmienten la agresión al concejal neocom, éste califica lo sucedido de ataque político y tilda de fascistas a quienes zarandearon y patearon su coche, mientras que el consistorio estudia denunciarlos por delitos que incitan al odio.
¿Qué ha cambiado de entonces a ahora? Ni más ni menos que una cosa es predicar y otra, muy distinta, dar trigo. Una cosa es estar abajo y otra muy distinta estar arriba. O, en resumen, que una cosa es acosar a alguien y otra muy distinta, para ti, es ser tú el acosado.
Arrieritos somos, y en el camino nos hemos encontrado, Barbero. Haber puesto tus barbas a remojar.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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