domingo, 27 de marzo de 2016

Y ahora… ¿qué?

Esta es una entrada que lleva pendiente tres semanas, desde las fallidas (para él, claro) votaciones de investidura del candidato socialista a la presidencia del Gobierno. Primero, repasemos los hechos, y luego vaticinaremos el futuro.
En primer lugar, Su Majestad el Rey, con muy buen sentido, decidió no abrir una tercera ronda de consultas con los partidos. Una postura bastante lógica, puesto que, en principio, nada había cambiado: el PP seguía solo (salvo el apoyo testimonial de, por ejemplo, Foro Asturias), y los apoyos del PSOE seguían siendo inferiores a los necesarios para que Sánchez resultara elegido presidente.
Al respecto del secretario general de los socialistas, ejemplifica la típica postura de su partido tras unas elecciones, las que sean: si son los más votados, es que el pueblo ha decidido que sean ellos los que gobiernen; y si no lo son, pero logran pergeñar alianzas electorales suficientes, el pueblo también habrá decidido que sean ellos los que gobiernen. Por ello, y en un extraño movimiento, siguió bramando contra los neocom –que amenazaron con retirar su apoyo al PSOE en aquellas comunidades en las que gobierna gracias a ellos… quizá sin reparar en que ellos gobiernan en ayuntamientos nada despreciables gracias al PSOE- mientras proclamaba a los cuatro vientos que mantendría la iniciativa porque tiene más apoyos que Rajoy.
En cuanto a los naranjitos –esos que hacen que el político sin vocales tenga más apoyos que el presidente del Gobierno en funciones-, reciben por todos lados. Por la izquierda, porque los neocom se oponen a participar en una alianza en la que se encuentre el partido de Alberto Rivera, y planten al PSOE si pretenden que un encuentro a dos se convierta en un encuentro a tres; por la derecha, porque el PP les acusa de haberse plegado al programa socialista, lo que es una extraña manera de trabajarse al partido que, con más probabilidad, aunque ésta sea escasa, les apoyaría en un eventual gobierno encabezado por el PP.
Mientras, en la formación neocom se producía una pugna entre, llamémosles así, los defensores de las esencias y los posibilistas, entre aquellos que prefieren los principios al poder (ilusos…) y aquellos otros que prefieren al poder a los principios (algo muy marxista –de Groucho, no de Carlos-, por otra parte). Y, pretendiendo seguir por encima de todo, Junior, que tan pronto cesa a la mano derecha de su mano derecha (y promueve perlas como que si algiuen no sigue las tesis de Junior, hay que corregirlo… afortunadamente para los discrepantes, lo más parecido que tenemos en España a Siberia serían Teruel o Soria, por lo desierto y lo frío) como, ante el varapalo que vaticinan las encuestas, busca reconstruir puentes con aquel partido de la casta con el que, en principio, tendría más posibilidades de formar gobierno.
A propósito de lo cual, una digresión. La manera más sencilla que tienen los neocom de sobrepasar a los socialistas como fuerza principal de la izquierda sería coaligarse electoralmente con los paleocom, una formación a la que, tradicionalmente, el sistema electoral español ha perjudicado de mala manera, obteniendo una representación en el congreso muy inferior a la de (por ejemplo) formaciones nacionalistas que, por tener muy concentrados sus votos, han sacado un mejor rédito a los mismos. Claro, que esto supondría la desaparición práctica del PCE, subsumido en Izquierda Unida, subsumida en como se llamen las siglas con las que concurrieron a las elecciones de Diciembre, subsumidas en la formación neopaleocom.
Mientras, el socialista, desesperado, pedía ayuda al neocom griego para que intercediera ante su homólogo hispano. El heleno, con bastante buen sentido, se quitaba de en medio diciendo que era algo que no le competía. Mientras, la ocurrencia del socialista daba lugar a una sarta interminable de chascarrillos ante su aparentemente insaciable e infructuosa ansia de acceder a la presidencia del Gobierno.
Todo lo anterior, respecto a cómo están las cosas. En cuanto a qué es lo que puede pasar, he de decir que la situación cada vez me recuerda más a la catalana de hace unos meses, cuando los odios aparentemente africanos entre sistemitas y antisistema sistemizados habían provocado un impasse que amenazaba con abocar a unas nuevas elecciones autonómicas pero que se solucionó en el último momento de aquella manera (apartando al cabeza de lista que no era un cabeza de lista y convocando una votación de investidura de un modo dudosamente legal).
La situación en España se me antoja semejante, con vetos aparentemente irresolubles y sin más salida que unas nuevas elecciones generales. Aunque no es descartable una solución a la catalana (esto es, que el PSOE se apoye en Podemos y logre la abstención de los secesionistas con promesas de atender sus demandas), quiero pensar que hay una parte de los socialistas que, a pesar del ansia por el poder que caracteriza a ese partido, no vería con buenos ojos semejante decisión. No por amor a España, que eso está fuera de los sentimientos del aparato socialista, y al que manifiesta semejante debilidad se le aparta sin contemplaciones, se llame Nicolás Redondo o Francisco Vázquez, sino por propio interés personal y de partido: aliarse con los neocom sería como meter la cabeza en la boca del león… y esta fiera no está domesticada, sino todo lo contrario.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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