miércoles, 28 de noviembre de 2018

El bueno, el feo y el malo

El problema de aplicar a la cúpula fundadora dirigente neocom el título de la famosa película de Sergio Leone es que –dejando aparte el hecho de que ninguno de ellos resulta particularmente agraciado físicamente- el único papel que estaba claro era el de bueno, que iría a parar al becario ubicuo. Vale, bueno bueno no es, pero sería el menos malo de los tres, como el personaje de Clint Eastwood, que no era precisamente un ángel, pero por comparación con los de Eli Wallach y Lee van Cleef casi lo parecía.
Los papeles de feo y malo estaban más disputados. No porque los otros dos elementos no fueran feos y malos, sino porque el más feo era también el más malo. Despachado el economista coñazo, quedaron para el Chepas los dos calificativos, pudiendo renombrarse la película como El bueno y el feo que es malo. O, visto lo visto, El tonto y el feo que es malo.
Porque sólo cabe calificar de estulto a alguien que dice que en Venezuela se respetan los derechos y libertades de la oposición y que sus habitantes hacen tres comidas al día.  Luego se mete en la clásica jeringoza retroprogre, diciendo cosas como que el proceso político en Venezuela ha conseguido inmensos avances en una transformación de sentido socialista, inequívocamente democrática (vamos a pasar por alto el flagrante oxímoron), donde se respetan los derechos y libertades de la oposición.
Cuando se le exponen los hechos palmarios (como que en Venezuela la población ha bajado alrededor de 10 kilos en promedio en los últimos años), el becario ubicuo rechaza la cifra diciendo yo ese dato no lo tengo. No los he visto publicados en ningún sitio.
Renuncio a reproducir el resto de sandeces malvadas que farfulla este elemento y concluyo rebautizando la película como El malo, el peor y el pésimo. Dejo a criterio de mis lectores la asignación de papeles.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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