domingo, 25 de noviembre de 2018

Es ceñirse a la verdad, qué coño…

Siete siglos después del nacimiento de Cristo, los musulmanes invadieron Europa a través del estrecho de Gibraltar. Entraron, dicen las crónicas, porque uno de los dos bandos de la guerra civil que asolaba el reino visigodo de Hispania solicitó su ayuda. Y tanto les gustó la cosa que no se marcharon, sino que avanzaron y avanzaron hasta que los francos les detuvieron en Poitiers. De España costó echarles casi ocho siglos, pero se consiguió.
Siete siglos después de la invasión occidental, los musulmanes volvieron a invadir Europa, esta vez por el Este. Nadie les llamó, pero ellos vinieron. Y se quedaron cuatro siglos largos, hasta que el colapso del Imperio Otomano propició la desaparición del poder islámico en Europa.
Hoy, seis siglos después de la invasión oriental, los musulmanes vuelven a amenazar Europa. Nadie les ha llamado, pero como hace catorce siglos hay quienes les hacen el trabajo sucio so capa de una pretendida corrección política… para según con quiénes, claro.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos, casi tan hediondo por sus resoluciones como el Constitucional español, ha sentenciado que decir que Mahoma era pedófilo no es libertad de expresión. Teniendo en cuenta que el DRAE define pedofilia como atracción erótica o sexual que una persona adulta siente hacia niños o adolescentes, y que según algunas fuentes consumó el matrimonio con su esposa Aisha cuando ésta tenía nueve años, no veo de qué otra manera se podría calificar (sin entrar en juicios morales) la conducta de Mahoma. Algo que, por otra parte, nadie ha logrado demostrar que sea falso.
Sin embargo, el Tribunal parece pensar de otra manera, y señala que cuando se profieran expresiones que vayan más allá de los límites de una negación crítica y que puedan incitar la intolerancia religiosa, los Estados podrán, legítimamente, considerarlas incompatibles con el respeto con la libertad de pensamiento, consciencia y religión y, por tanto, ejercer medidas restrictivas proporcionadas.
El TEDH señala también que se trata de un caso que aborda una cuestión particularmente sensible y considera que las autoridades locales -refiriéndose en este caso a las austriacas- tienen un margen amplio para apreciar el caso", ya que están "en una posición mejor para evaluar que declaraciones son susceptibles de quebrar la paz religiosa en sus países.
Así pues, la cuestión no es si se puede decir o no según qué cosas, sino si alguien puede molestarse y cómo va a reaccionar ese alguien. Y como el Islam es la única de las tres grandes religiones monoteístas que se ha expandido casi exclusivamente por la fuerza, y la única también que parece considerarla un recurso legítimo, parece que el TEDH ha decidido bajarse los pantalones en esta cuestión.
O ponemos pies en pared o quizá esta vez necesitemos más de medio milenio para expulsar a los invasores.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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