sábado, 30 de marzo de 2019

Dando por donde amargan los pepinos

Los grupos de presión que reclaman tolerancia para sus postulados, aduciendo en general que en el pasado sufrieron intolerancia, resultan en general los más intolerantes. No paradójicamente, ni sorprendentemente.
Y esto, ¿por qué? En parte, por simple reacción humana: los cristianos fueron perseguidos hasta que dejaron de serlo… y entonces se pusieron a perseguir ellos hasta que el poder civil se emancipó del religioso y tuvieron que moderarse (y en cristianos meto a todas las ramas salvo, quizá, a los coptos, que me parece que nunca han perseguido a nadie, los pobrecitos). Los musulmanes, en cambio, fueron perseguidos apenas diez años, hasta que Mahoma tomó el poder, y desde entonces no han dejado de perseguir siempre que han tenido (tienen) ocasión.
Pero hay otro componente, y es que estos grupos de presión (los no hererosexuales, las hembristas) suelen estar trufados de izquierdismo. Y la izquierda, por esencia, tiende al totalitarismo. Pueden plegarse (si no tienen otro remedio) a las reglas de juego de la democracia, pero buscarán imponer su cosmovisión, su pensamiento (es un decir…), su línea de actuación, a toda costa.
¿Y a qué viene todo lo anterior? Pues son los pensamientos que me ha suscitado leer que una discoteca que se llenó para escuchar a Santiago Abascal ha sufrido el boicot del lobby LGTBXYZ y ha tenido que pedir disculpas por acoger un acto de Vox.
¿No estamos en democracia? ¿No tiene cualquiera derecho a defender sus ideas, aunque éstas vayan contra el sistema? ¿Habrían reaccionado los del citado grupo de presión de igual manera si el local hubiera acogido un acto de, digamos, los sediciosos catalanes o los filoterroristas vascos?
Respectivamente: teóricamente, depende… y amosanda.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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