martes, 19 de marzo de 2019

Proceso al proceso (11)

Confieso que algunos extremos del juicio a los golpistas catalanes me están dejando perplejo.
Ya durante la preparación, perpetración y postergómenos (como no podía usar la palabra prolegómenos porque había puesto preparación, me he fabricado este palabro) del golpe, uno tenía la duda de si realmente iban en serio o todo era un elaborado farol en busca de más dinero para Cataluña (es decir, tal y como ellos lo entienden, para sus bolsillos). No me refiero a las masas, claro: esa multitud, en la que reuniendo toda la masa encefálica sería complicado juntar más de una neurona, se ha creído a pie juntillas todo el rollo de la Cataluña como nación anterior a todo lo habido y por haber (se ve que no hablan mucho con los aranistas, que están convencidos de que el vascuence era el idioma que se hablaba en el paraíso terrenal… y eso que no lo entiende ni Ya-sabemos-quién). Me refiero, claro está, a las lumbreras que azuzaron todo este asunto: Arturito Menos, Cocomocho y el blefaróptico con sobrepeso. Porque si en un despacho encuentras un documento titulado Escenario de guerra, puedes llegar a pensar que esta gente se ha creído de verdad sus propios delirios, que su mesianismo no es un complejo, sino una psicosis y que están dispuestos a lo que sea.
Y mientras, fuera, los de la merienda pacífica intentaban sustraer a un detenido
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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