miércoles, 1 de diciembre de 2021

Tolkien (I) - Introducción

Este es un proyecto largamente acariciado. Tan largamente, que lo inicié, de alguna manera, mucho antes de saber que existía algo llamado Internet, no digamos ya de que fuera accesible al común de los mortales.

La cosa empezó -o debió empezar- en la segunda mitad de los años ochenta, cuando me crucé con las argenthas que aparecían en El hobbit. Ya había leído para entonces El Señor de los Anillos, donde aparecen tanto argenthas como tengwar, pero no les di mayor importancia.

Más tarde se produciría una conjunción: por una parte, todos los volúmenes de la Historia de la Tierra Media -libros que tengo en inglés, pero no en español; de hecho, recientemente he adquirido dos volúmenes más, y también lo he hecho en inglés, aunque uno de ellos también ha sido editado en español- traían unos frisos en la parte superior e inferior de la página interior de los títulos; por otra, editaron en España los Apéndices de El Señor de los Anillos, en el que aparecían, por fin, los dos alfabetos creados por Tolkien convenientemente ordenados y con su equivalencia al alfabeto latino.

Al principio, me costó la cosa. Como no transliteraba las vocales, lo que aparecía era un aparente galimatías que me hizo pensar que la cosa estaba redactada en quenya o sindarin. Pero no, estaban en inglés; y, de hecho, una vez te ponías a ello, la equivalencia salía casi de corrido.

Pensé en crear también las imágenes necesarias para poder reproducir informáticamente las runas (incluso llegué a dibujarlas): innecesario al final, pues por ahí abundan las fuentes que permiten escribir usando cualquiera de ambos alfabetos. Pensé también en crear -o encargar a un amigo que sabía más que yo, porque la cosa me superaba- algún tipo de programa que permitiera escribir en esos alfabetos: de nuevo innecesario, puesto que gente con más talento que yo se me había adelantado. Llegué, en fin, a escribir una carta a Christopher Tolkien, que ignoro si recibió (supongo que no), pero que en cualquier caso nunca recibió respuesta.

Y después de haber transliterado todos los frisos, hace ya más de un cuarto de siglo… nada. Sé perfectamente cómo es el archivador en el que están (cuatro anillas, tapas blancas), pero no se dónde está esa carpeta (aunque me lo malicio). Así que, harto de que pasara un año y otro sin lanzar la cosa al blog -lo de la página web, aunque sigue viva, ha quedado bastante aparcado-, este último mes le he dado un arreón, aprovechando que los libros y yo hemos estado en el mismo sitio con un montón de tiempo libre (es decir, sin una conexión de calidad a internet). Y ya he copiado los frisos, y los he transliterado (de nuevo) y, si Eru quiere, a principios del año que viene empezaré a publicar mis transliteraciones, con algún que otro comentario y con periodicidad mensual.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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