miércoles, 19 de enero de 2022

Orwell contra Coubertain

En teoría, en el mundo del deporte debería imperar la (valga la redundancia) deportividad, el fair play, el juego limpio, el respeto a las reglas y todo eso. Sin embargo, eso no siempre ocurre.

No ocurrió en el rally Dakar de este año -que ya tiene bemoles que se siga llamando así cuando ni siquiera se corre en África-, en el que un tal Nasser Saleh Al Attiyah no llevó conectado durante una etapa el data logger, aparato que informa de los datos del motor (permitiendo a la FIA controlar el rendimiento del vehículo y saber si está haciendo trampas al disponer de más potencia en el motor); su conexión es obligatoria, e incumplir la norma supone la expulsión. Sin embargo, al susodicho se le perdonó la descalificación por circunstancias excepcionales. Quizá tales circunstancias sean que es primo del actual emir de Catar, lo que le vale el tratamiento de jeque.

Tampoco ocurre con el Fútbol Club Barcelona -de los llamados clubes estado, como el Paris Saint-Germain o el Manchester City ya ni hablamos-, cuya deuda es enorme (básicamente, por fichar sin mirar el bolsillo y ceder a todos los caprichos del que se ha demostrado, por si no estuviera claro desde un principio, que era su jugador determinante) y que sin embargo ficha sin parar. Como, a diferencia de lo que propone el economunista Eduardo Garzón, el dinero no basta con imprimirlo para que valga, uno se pregunta de dónde lo sacarán.

Y parecía que lo mismo iba a pasar en el Open de Australia de Tenis. Para entrar en el país era necesario estar vacunado contra la Covid-19; sin embargo, en número uno de la ATP -uno cuyo nombre se parece mucho a No-vac Yo-covid- iba a poder jugar (teniendo así la opción de deshacer el triple empate a veinte torneos de Gran Slam ganados) gracias a una exención médica.

Lo que siguió fue un tira y afloja: el gobierno australiano le retiró el visado y le mandó de vuelta a Serbia, el juez ordenó su liberación, el gobierno le volvió a deportar, fue detenido y, finalmente, perdió la batalla judicial y fue definitivamente deportado: no tanto por no estar vacunado, como por haber mentido en su declaración. Pero es que, además, su principal patrocinador se está pensando lo de seguir con él, y en Roland Garros ya han dicho que no podrá participar si no está vacunado.

Hace algo más de un año, el serbio le pegó un pelotazo a una juez de pista en el cuello. Ahora parece que se lo ha pegado a sí mismo en el pie.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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