jueves, 27 de enero de 2022

Proceso al proceso (350)

Cuando les interesa, tanto izquierdistas como secesionistas critican lo que llaman judicializar la política -es decir, hacer que un político comparezca ante los tribunales para responder de sus (presuntos) delitos- como su reverso, la politización de la Justicia.

La verdad, no tengo demasiado claro si esto último es otra manera de llamar a lo anterior, o bien el que la designación de los puestos superiores de la magistratura se encuentre teñida de un inconfundible matiz ideológico.

Y esto es así no sólo porque sean los políticos -bien el poder ejecutivo, bien el legislativo, bien ambos al alimón- quienes los eligen, sino porque son los propios miembros de la carrera judicial los que, en algunas tristes ocasiones, son incapaces de dejar a la puerta del juzgado su ideología política, ideología que, en todo caso, tienen todo el derecho del mundo a tener.

Hay así asociaciones progresistas y conservadoras (de izquierdas y de derechas, para entendernos) de jueces y de fiscales; pero también hay individuos que a la hora de emitir sus resoluciones lo hacen con criterios no puramente legales, sino ideológicos y hasta absolutamente interesados y egoístas.

Sería este el caso del juez (progresista, faltaría más) que precipitó el rechazo a los recursos presentados contra los indultos concedidos a los golpistas catalanes por el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer.

Se trataría de hacer un guiño al consejo de ninistros antes de jubilarse y postularse como aspirante al Tribunal Constitucional.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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