domingo, 3 de septiembre de 2023

Las reglas del juego

En su afán por achacar a los demás los defectos de los que adolece, la izquierda española -los de la mano y el capullo y los neocom, los neoneocom y los cocuquistas- a menudo han acusado a la derecha (léase, al Partido Popular) de trumpistas, como queriendo decir que son demagogos, extremistas y mentirosos.

Pero hay un rasgo del magnate estadounidense -quizá el más indiscutible- que no puede decir que caracterice a los de la calle Génova, y es el de cuestionar el resultado de unas elecciones generales. A este respecto, conviene recordar que es bastante admitido que hubo pucherazo en 1.960, de modo que el presidente más sobrevalorado de la historia del país -con permiso de Bobama- alcanzara el Despacho Oval en detrimento del vicepresidente en ejercicio (al que también habría que dar de comer aparte, pero eso es otra historia), con lo que no sería la primera vez que los demócratas no hacen honor al nombre de su partido y montan un pufo.

Pero vamos a dar por buenos los resultados. En España, es el partido del psicópata de la Moncloa el que se niega a aceptar los resultados en Madrid, y recurre vez tras vez el recuento, con la esperanza de recuperar el escaño que perdió tras el recuento del voto desde el extranjero.

Y es el Tribunal Supremo el que, tras rechazar la revisión de los votos nulos en Madrid, le da un repaso a los de la mano y el capullo al señalar que parece desconocer el proceso electoral.

El caso es que lo conoce perfectamente: pero cuando no les favorecen los resultados, dicen que los españoles se han equivocado o, directamente, montan una revolución armada.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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